Los estímulos del mundo externo bombardean nuestro cuerpo las veinticuatro horas del día. Entretanto, en un mundo silencioso y amortiguado, nuestro cerebro flota en la oscuridad más absoluta. Él mismo, no ve nada. No oye nada. No siente nada. Entonces, ¿cómo penetra el mundo exterior en nuestro interior? En términos modernos, ¿cómo construimos nuestras representaciones del mundo externo? ¿Cómo representamos la llama, la crepitación y el olor del humo de una hoguera como modelos de conexiones nerviosas activas? ¿Y cómo creamos nuestra experiencia consciente del movimiento y la temperatura del fuego, de su aroma y de su belleza, a partir de esos procesos neuroquímicos vitales? Para responder a estas preguntas, en esta unidad estudiaremos lo que han descubierto los psicólogos acerca de lo que sentimos y percibimos del mundo que nos rodea. |
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