| Es evidente que hay
causas y que son tantas como hemos indicado, pues tantos son los modos en que
podemos entender el «por qué» de las cosas. El “por qué”, en efecto, nos remite
últimamente o bien a la esencia, como en el caso de las cosas inmóviles (por
ejemplo, en las matemáticas nos remite últimamente a la definición de la línea
recta o de la conmensurabilidad o de cualquier otra cosa), o bien a lo que
primariamente hace mover (por ejemplo: ¿por qué lucharon? Porque fueron
atacados), o bien al para qué (por ejemplo: para someter al enemigo), o bien a
la materia, en el caso de las cosas que llegan a ser. Es, pues, evidente que
esas son las causas y que tal es su número.
Y puesto que las causas
son cuatro, es tarea propia del físico conocerlas todas, pues para explicar
físicamente el “por qué” tendrá que remitirse a todas ellas, esto es, a la
materia, a la forma, a lo que hace mover y al fin. Las tres últimas se reducen
en muchos casos a una, pues la esencia y el fin son una misma cosa, y aquello
de lo que primeramente proviene el movimiento es específicamente lo mismo que
éstas, pues el hombre engendra al hombre; en general esto es así para todas las
cosas que son movidas al mover a otras. En cuanto a las que mueven sin ser
movidas, no son competencia de la física, ya que no mueven porque posean en sí
el movimiento o el principio del movimiento, sino porque son inmóviles. Física, II, 7, 198a. |